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Acrobacias con olor a gasolina

Las fotos de móvil más solicitadas en el recreo de hoy serán las de las apuradas de frenada y los giros de los pilotos de la exhibición del Ifevi.

 S. PENELAS / VIGO Más de uno dio un paso atrás cuando el portugués Paulo Martinho hizo girar su pequeño Smart a toda velocidad, pero la mayoría del público siguió pegado a la alambrada para fotografiar y grabar en sus cámaras y móviles las arriesgadas piruetas. «¡La leche!», comentaba un admirado chaval a su padre ante el derroche de gasolina.2008-05-26_img_2008-05-19_08-34-59_moto

Centenares de personas acudieron ayer al Ifevi para disfrutar con la tercera exhibición organizada en Vigo por Espectáculos Pereira. Muchos críos, moteros y familias con bebés rodeaban el circuito instalado en el exterior del recinto ferial.

El santiagués Álex Insua, de sólo veinte años, abrió el espectáculo a lomos de una Suzuki 600 que ayer estrenaba. «Está enteiriña de todo», confesaba al presentador antes de probarla. Y lo raro es que siguiese así después de pasearse de pie y de espaldas sobre ella o de realizar giros sin poner las manos sobre el manillar.

A pesar de sus esfuerzos, el público se mostraba bastante frío hasta que el portugués Paulo Martinho, «un pequeño pero gran piloto», según el organizador, despertó los aplausos y gritos de los espectadores al frenar sobre las ruedas delanteras de su smart.

Poco supersticioso a juzgar por el color amarillo del vehículo y de su mono, el luso quemó los frenos con sus trompos. Cuanto más humo y olor a quemado provocaba, mayores eran las sonrisas y jaleos de los asistentes. En un alarde de control sobre el coche, que más bien parecía su mascota, Martinho lo abandonó varias veces en marcha y llegó a subirse al techo mientras derrapaba.

El siguiente en debutar sobre la pista fue el conquense Emilio Zamora, piloto oficial de Ducati. Junto a él también actúo Óscar Castellanos y ambos ofrecieron un espectáculo de dos motos y un quad.

Mientras tanto , dos policías locales vigilaban la prueba y recordaban con su presencia que en el mundo real no hay lugar para «Martinhos».

Fuente: Faro de Vigo